Hombre a-sombrado. Alexis Ravelo |
sbado, 12 de mayo de 2007 | |
Hombre a-sombrado “Perdió su sombra como podía haber perdido
cualquier otra cosa”. Así comienza Un hombre solo y sin sombra,
la novela corta que abre y da título al libro más reciente de Santiago Gil
(Guía de Gran Canaria, 1967), una obra que se deja leer con facilidad pero que
se hace pensar una y otra vez hasta conducirnos a las lindes de la relectura. Por Alexis Ravelo.
Y
todo esto a través de una prosa fluida, amena, en la que lo coloquial y lo
culto se combinan con naturalidad para llevarnos de la mano a través la trama
hasta su desenlace. Otro
aspecto de este libro que mueve a la reflexión es la medida de las distancias
que Gil interpone entre sí y los personajes. Si en los cuentos que le siguen,
la emotividad del autor (que apela a la del lector) se encuentra tremendamente
cercana al mundo de los personajes, haciéndonos sentir compasión de ellos (en
el más primitivo sentido de sentir-con el otro), en la nouvelle que abre
el volumen, como el buen humorista que es, aquél es despiadado, se aleja
sentimentalmente de sus criaturas (como el mediofondista de su adversario) y
las presenta caracterizándolas antes por sus defectos que por cualidades que
podrían atraer nuestras simpatías. Y quizá Gil tampoco se equivoca en esto, ya
que éstos sí han elegido perder su identidad, dejarse llevar por los males de
la época, no asumir sus responsabilidades como individuos en ese monstruo que
es la convivencia. Tampoco, y quizá sea esto lo peor, ante sí mismos. El
ejemplo más claro es Gilberto, que, en el ecuador de su vida sustituye el
cultivo de su mente por el pasivo consumo de contenidos televisivos, las
relaciones sentimentales por la edípica protección de los brazos maternos y la
interacción con los demás por un voluntario encierro, roto por salidas
nocturnas de imprevisibles consecuencias a la caza de su sombra. Pero hay
otros, como Pedro Ermitaño (personaje de sospechosos paralelismos con el
protagonista), que ha construido una pecera para sí mismo en forma de emisora pirata
desde la que oculta sus complejos de inferioridad bajo un discurso del más
xenófobo corte nacionalista. O Águeda, la optimista trabajadora social, perdida en los laberintos de la corrección
política. Ninguno de ellos está precisamente encantado de conocerse. Todos
abominan de los espejos, pues han elegido no elegir, no zambullirse de lleno en
la vida, no mirar de frente a la realidad, no arriesgar. Obran, para volver a la terminología sartreana, de
mala fe, porque no eligen la dirección de sus vidas, como todos en alguna
ocasión, pero, en este caso, de forma irreversible. Se instalan en sus
respectivas cámaras de aislamiento y se dejan vivir , esperando hasta el
cese de la existencia; sin felicidad, sin realización, pero con una dosis de
sufrimiento relativamente razonable. Finalmente,
el efecto es que también acabamos sintiendo compasión por ellos, aunque con una
mezcla de impotencia, pues, si la situación de soledad de los inmigrantes
ilegales, las prostitutas o los ancianos que pululan por las otras historias es
sobrevenida, dictada por circunstancias geopolíticas o macroeconómicas de las
cuales son víctimas anónimas, la de aquéllos es una soledad que han ido
labrando, día a día, con su actividad o, más bien, con su inactividad. Y aún
así, hay esperanza. Cada uno de estos seres es, en su momento, autor de una
frase o de una idea que nos deslumbran en el momento de su lectura, por su
lucidez y valentía. Esto es, en mi opinión, una pista de migas de pan que el
autor ha dejado sembrada en el texto para llevarnos a una intuición que
atraviesa toda su producción hasta ahora, la constatación de que existe algo
que puede destruirnos pero también puede salvarnos: la palabra. Título: Un hombre solo y sin sombra. Autor: Santiago Gil. Género: Narrativa. Editorial: Anroart Ediciones. Lugar y fecha de publicación: Las Palmas de Gran Canaria,
2007. Páginas: 162. IR A L BLOG DE ALEXIS RAVELO |
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Modificado el ( domingo, 04 de noviembre de 2007 ) |