Si bien este homenaje está personificado en la figura de Don Augusto Álamo Hernández, sirva también para recordar y homenajear a todos los miembros de esta prolífica y conocida familia de nuestra ciudad. La familia Álamo procede del Valle de Agaete, donde naciera Juan del Álamo Álvarez en 1816, que vendrá vivir a Guía donde se casará con Agustina Rodríguez, con la que tendrá cuatro hijos: Gregorio, Pablo, Juan y Ángela. Juan del Álamo tendrá el oficio de arriero y al menos dos de sus hijos, Juan y Pablo, con el tiempo cogerán el testigo profesional de su padre.
En el caso de Juan Álamo Rodríguez sabemos que a finales del siglo XIX, creó una empresa de transportes junto a otro guiense, Marcos Arencibia Molina, el objeto de la sociedad será“ el poner carros para con ellos negociar en la conducción de cargas desde esta población a Las Palmas y demás pueblos de la Isla que tengan comunicación por carretera…”, la sociedad creada se denominó “Arencibia & Álamo”, en la que Arencibia aportó un carro, tres mulos, una mula y un caballo y Juan Álamo un carro y cuatro mulas”. Será Pablo Álamo Rodríguez nacido en 1846 y fallecido a la edad de 94 años, el que continuará la saga de los Álamos que llega a don Augusto. Pablo al igual que su padre fue arriero,la escritora británica Olivia Stone en su libro “Tenerife y sus seis satélites” publicado en 1889, lo cita, pues sus mulas la llevaron desde Arucas a Guía, y luego a Agaete. Pablo Álamo que se casaría con Margarita Santana tuvo nueve hijos, seis hijas y tres hijos, dándose las circunstancias que los tres varones fueron comerciantes; Nicasio, Pablo y Salustiano, así como una de las hijas, Josefa Álamo Santana que en el año 1912 abrió una tienda al por menor de “mercería y paquetería” en la calle del Agua. Foto de Pablo Álamo cedida por Augusto Álamo Suárez Nicasio Álamo Santana emigró a Cuba donde fue comerciante y cuyos descendientes tenían negocios en La Habana y Güines. Foto de Nicasio Álamo Santana y tarjeta de negocio de los Álamos en Cuba.Cedida por Augusto Álamo Suárez Pablo Álamo Santana que tuvo un importante negocio de ultramarinos en la calle de Triana de Las Palmas denominado “CASA PABLO´S” en el que llegó a trabajar en su juventud Néstor Álamo su sobrino. Sacacorchos con la publicidad de Casa Pablo´s. Foto Cedida por Augusto Álamo Suárez Y por último Salustiano Álamo Santana, que se convertiría con los años en un próspero comerciante en Guía como veremos a continuación y en cuyos negocios trabajarán algunos de sus hijos, entre ellos nuestro homenajeado don Augusto, que será al final, el que continúe con el comercio familiar hasta su fallecimiento. Salustiano Álamo Santana nació en Guía en 1881, desde los diecisiete años de edad ejerce la profesión de carpintero, y como tal es vocal de la sociedad “Circulo de Artesanos”. Como carpintero es contratado en 1906 por el Ayuntamiento de Guía para desarmar el tabladillo que se había montado en la Plaza de la Constitución para las actuaciones de la banda municipal. También estuvo vinculado a la política local, pues en varias ocasiones ocupó el cargo de concejal. Contrajo matrimonio con Clorinda Hernández Bautista, hija del conocido comerciante y músico de la localidad, don Virgilio Hernández Betancourt, director de la banda de música de Guía, y que llegó a ocupar el puesto de alcalde y concejal del Ayuntamiento de Guía. Es por ello que los hijos de Salustiano se criaron entre los comercios de su tía, padre y abuelo materno. Siete fueron los hijos del matrimonio: Néstor, Fabio, Conrado, Isidoro, Augusto, Leoncio y Alberto Álamo Hernández. Foto de Salustiano Álamo y Clorinda Hernández con cinco de sus hijos. Cedida por Augusto Álamo Suárez. La aventura comercial de la familia Álamo comenzó a comienzos de la década de los años veinte del pasado siglo, concretamente en el año 1922, cuando don Salustiano alquila al Ayuntamiento varias habitaciones en la planta baja del edificio propiedad municipal, junto a la que por entonces se denominaba Plaza del Mercado posteriormente Luján Pérez, y donde abrirá una tienda de venta de comestibles, en 1923 solicita permiso para “exponer artículos en sus comercio a título de muestras sobre tablas móviles colocadas entre las puertas del mismo los días de mercado”. Foto de la tienda en la década de los años 20 del siglo XX. Foto cedida por Augusto Álamo Suárez. Si bien Salustiano Álamo será el cabeza de familia en los negocios, prácticamente todos sus hijos se verán involucrados en los mismos desde muy jóvenes, hasta tal punto, como fue el caso de Augusto Álamo, que nacieron vivieron y fallecieron detrás de un mostrador. Otras de las iniciativas de Salustiano Álamo fue la de instalar un surtidor de gasolina en la plaza del mercado, en enero de 1927,al ser en Guía uno de los representantes de la “Vacuum Oil Company” también conocida por Mobil, pero el proyecto no se llevó a cabo. Un año más tarde, en junio de 1928, y según la denominación de la época solicita la apertura de “un café económico”. Foto de la Plaza del Mercado en 1929-1930. Foto cedida por Juan Luis García Cortí. De tal manera que en 1929 Salustiano Álamo está dado de alta en la contribución industrial en tres negocios: una tienda de comestibles, una abacería (Puesto o tienda donde se venden al por menor aceite, vinagre, legumbres secas, etc.) y un café. En el mes de abril de 1929 presentará al Ayuntamiento el proyecto de construcción de una casa en la carretera general, hoy Sancho de Vargas, cuya planta baja destinará a comercio, justo al año, el 1 de abril de 1930, se inaugurará el nuevo comercio colocándose en recuerdo una pequeña placa que aún conserva la familia. Foto de la placa. Cedida por Evelia Álamo Quintana. Coincide la construcción de la nueva tienda, con la instalación de dossurtidores de gasolina en la misma calle, uno de la Texaco por parte del empresario Eufemiano Fuentes y explotada por Agustín Naranjo y otro de la “Vacum Oil Company”, la Mobil, que será explotada por la familia Álamo. Foto de la tienda en 1932. Foto cedida por Augusto Álamo. Al a derecha señalado con la flecha el surtidor de Texaco (hoy Bar de Kiko). Camión de la Vacuum. Foto cedida por Augusto Álamo. Por publicidad insertada en el semanario editado en Guía, “Voz del Norte” entre 1931-1932, sabemos que por entonces la familia Álamo tenía abiertos tres negocios en Guía, en la Plaza Luján Pérez, en la Calle San José y en la carretera general. Salustiano Álamo Santana falleció en diciembre de 1950, quedando al frente de sus negocios algunos de sus hijos Foto de la familia Álamo Hernández. Sentados de izquierda a derecha: Salustiano Álamo Santana. Alberto Álamo Hernández y Clorinda Hernández Bautista. De pie de izquierda a derecha: Isidoro, Conrado y Leoncio Álamo Hernández. Foto cedida por Augusto Álamo Suárez AUGUSTO ÁLAMO HERNÁNDEZ Augusto Álamo Hernández nació en Guía el 1 de septiembre de 1911, y como ya se ha indicado su infancia y juventud transcurre entre los negocios de su familia, convirtiéndose con los años en todo un experto comerciante. Con 20 años de edad lo encontramos al frente del negocio situado en la carretera general, inaugurado en abril de 1930, sin que, como se aprecia en la foto el edificio fuera terminado. Augusto Álamo junto a su padre. Foto cedida por Augusto Álamo Suárez Dos años más tarde, en 1932, con 21 años de edad, es llamado a realizar el servicio militar, que realiza en el regimiento nº 11, siendo movilizado en 1936 para participar en la Guerra Civil española, participando en la Batalla del Ebro que se desarrolló durante los meses de julio a noviembre de 1938, donde forjó una gran amistad con Manuel Marrero (Pollo de Buen Lugar) y Luís González, padre del Cronista Oficial de Telde, Antonio María González Padrón, amistad que duró hasta el final de sus días. Acabada la Guerra Civil regresa a Guía, donde se incorporó nuevamente a los negocios de la familia. Por esos años la familia se hace cargo, por traspaso, del negocio que Faustino García del Pino tenía en la calle Canónigo Gordillo número 13, que era una tienda de ultramarinos con una zona de bar. Esta tienda estuvo abierta hasta el año 1955, año en que Augusto Álamo contrae matrimonio con la galdense Josefa Suárez Castillo con la que tendrá un hijo también llamado Augusto como su padre. Su mujer solía ir a la tienda a ayudar a don Augusto los días de fiesta y fines de semana. También la familia Álamo fue concesionaria del primer servicio telefónico que hubo en Guía, en la calle San José, hasta que lo traspasó a la familia Bautista. Edificio en la Plaza Luján Pérez donde estaba ubicada la tienda de la familia Álamo. Foto de Johns van Leeuwen. Fondo fotográfico de Paco Rivero. Fundación Canaria Néstor Álamo. La tienda-bar situada en la Plaza Luján Pérez se convertiría en todo un referente de la vida cotidiana de Guía, especialmente los días de mercadillo dominical y días de fiesta, con la colocación de sillas y mesas a modo de terraza, siendo además lugar de encuentro y de tertulias. Señalado con la flecha Augusto Álamo en la tienda-bar de la Plaza. Foto cedida por Augusto Álamo Suárez En el año 1946 este negocio pasa a ser regentado a nombre de Augusto Álamo, aunque sigue siendo un negocio de la familia, que pagará un alquiler de ciento cincuenta pesetas mensuales al Ayuntamiento, negocio que explotará hasta el mes de julio de 1953 en que lo traspasa a Isidro Pérez Pérez, a partir de esa fecha, los Álamos sólo conservarán la tienda en Sancho de Vargas y el surtidor de gasolina, que estará funcionando hasta el mes de octubre de 1962 en que es cerrado definitivamente. Terraza de la tienda-bar de la Plaza. Foto cedida por Augusto Álamo Suárez Será en el año 1969 cuando el negocio pase a ser exclusivamente de Augusto Álamo, a cuyo frente estará hasta su fallecimiento en 1993. La relación de la familia Álamo con el queso de Guía fue de toda la vida, pues en sus tiendas se vendieron desde la apertura de la primera tienda allá por el año 1922 este exquisito manjar, si bien, ya a partir de la década de los sesenta del pasado siglo, coincidiendo con la aparición de los primeros supermercados don Augusto se especializa en la venta del queso de flor y productos de artesanales, será también la década del inicio del turismo en Canarias. Augusto Álamo Hernández. Foto de Johns van Leeuwen (Fondo Paco Rivero. Fundación Néstor Álamo)
Caja para quesos. Foto cedida por Augusto Álamo Suárez Don Augusto fue todo un emprendedor en lo que a la publicidad y marketing del queso de flor de Guía se refiere,) ya que desde los años 60 del pasado siglo, enviaba quesos de Guía a la Feria Nacional de Campo de Madrid, convirtiéndose en proveedor de la misma. Para ello diseño una caja de cartón en la que se enviaban los quesos, con publicidad del comercio. Augusto Álamo en la Feria del Atlántico. Foto cedida por Augusto Álamo Suárez. Además tendrá una destacada presencia en la Feria del Atlántico de Las Palmas, a partir de su creación en 1966, a la que acudirá anualmente para dar a conocer las exquisiteces de las variedades del queso de Guía, ofreciendo degustaciones a todos aquellos visitantes que se acercaban a su puesto en la citada feria. Su afán por dar a conocer las virtudes de nuestro queso, lo llevaron a participar en multitud de ferias y congresos, así como en aquellas promociones de productos canarios que se hacían en los grandes almacenes de Las Palmas, como la que se aprecia en la fotografía en el año 1978 en Galerías Preciados junto al Gobernador Civil Manuel Fernández Escandón. Augusto Álamo en Galerías preciados en 1978. Foto cedida por Augusto Álamo Suárez. Augusto Álamo fue un hombre que siempre sintió el amor por su pueblo y era conocido por su simpatía socarronería y bromas con las que a sus clientes gastaba, especialmente archiconocida era la broma del vaso de vino que al dárselo a sus visitantes hacía caer con el consiguiente susto del cliente. Fueron muchísimos los turistas que agradecidos por el trato dispensado por don Augusto, al volver a sus países bien le enviaban una foto o una postal dándole las gracias por el trato o por el magnífico queso que habían comprado. Augusto Álamo en las Fiestas de San Sebastián en 1990. Foto cedida por Augusto Álamo Suárez Augusto Álamo junto a Marcelino en 1973. Foto de Paco Rivero (Fondo Paco Rivero de la fundación Canaria Néstor Álamo) Tuvo don Augusto especial predilección por las fiestas de San Sebastián, siguiendo la tradición familiar, pues su padre había costeado en los años 30 del pasado siglo el arreglo de la fachada y la cruz de la ermita. Durante años fue colaborador de esta fiesta en el mes de enero, muchos lo recuerdan aún en el lanzamiento de globos aerostáticos que traía de Barcelona, y que era uno de los números más esperados de la fiesta. Siempre dispuesto a colaborar, anualmente enramaba y decoraba la fachada de su comercio, tanto para La Fiesta de las Marías como para la del Queso. Augusto Álamo jen 1992. Foto de Paco Rivero (Fondo Paco Rivero de la fundación Canaria Néstor Álamo) Los últimos años del comercio de don Augusto, más que tienda era un auténtico museo, donde todavía sus visitantes podían observar las nobles maderas de sus vitrinas y anaqueles de grandes alturas, en los que se depositaban bebidas, que sólo al verlas ya daba la impresión de que su contenido debía ser auténticamente añejo. Junto a la venta del queso de flor se podía ver y comprar una amplia gama de productos artesanales, desde las tallas de Hoya de Pineda y cofres de madera a los cuchillos canarios, pasando por las jaulas y nidos de pájaros y así un largo etcétera. Augusto Álamo. Foto cedida por Augusto Álamo Suárez Cuando don Augusto falleció en el año 1993 el periodista Alfonso O´shanhan le dedicó un breve artículo en el Diario de Las Palmas bajo el título de: Medio luto, media flor, media Guía…La escena, ahora recordada entrañablemente, emocionadamente, si no formara parte de la urdimbre más íntima de nuestra tierra y estuviera ya más que escrita por nuestros clásicos canarios, merecería ser descrita con todo el cariño del que mi pluma pueda ser capaz. Mediodía a plomo del último Viernes Santo. Hora del jilorio y tiempo de galbana. En un tíendejillo de una esquina de un pueblo del norte grancanario, un municipal de turno entra con paso cierto, se dirige hacia un rincón apartado del mostrador y se planta sin decir esta boca es mía. El tendero deja lo que tiene entre manos, coge un vaso de un fregadero escondido, abre el pitorro de un barrilillo y sirve un golpito de ron de la máquina. Acto seguido -la escena sigue discurriendo sin que medie una sola palabra entre municipal y vendutero, el golpito se ve acompañado de un platejo con su media docena mal contada de aceitunas y sus dos pizcos de pan bizcochado. En nada y cosa ninguna, el municipal se mete el viaje en el gaznate, mete pa dentro el pizqueo, se saca unas perras del bolsillo, paga, y vuelve a su desabrido tumo en día festivo. Augusto Álamo. Foto cedida por Augusto Álamo Suárez El tendero no era otro que Augusto Álamo Hernández, un saltaperico con más de ochenta años y más de cincuenta vendiendo quesitos de Guía, un prototipo de isleño socarrón, simpático y alegre, con esa alegría y simpatía para saberle sacar sin daño sus perritas a propios y extraños, isleños y,también, por último, chonis, atraídos por el señuelo de una bandera alemana en el escaparate de la esquina. El alemán, como el isleño, es patriota. Paraba y, quieras que no, se llevaba su algo, amén del buen rato pasado con la sonrisa socarrona del cuíco de Augusto. No había vuelta hasta Agaete en mis últimos tiempos que no le echara un puño a Augusto Álamo. El último queso de media flor que le compré duró en mi casa menos de lo que estoy tardando en escribir estas líneas. Así, de paso, tenía noticias frescas de su hermano Néstor. «El está el pobre que a pocos conoce, pero, no crea, a lo mejor se lleva todavía a algunos por delante» -me dijo Augusto el último Viernes Santo, en que volví a cumplir el rito de la parada en la tienda de quesos de Guía de toda la vida. Y ya lo ven. Néstor todavía viviendo y su hermano Augusto enterrado ayer. El Patronato de Turismo debería hacerle a este hombre un homenaje siquiera póstumo, ya que no se lo hicieron en vida. Yo creo que era feliz y se ha ido sin darse cuenta, feliz también… A muchos, propios y extraños, nos hizo ser felices un ratito en su timbeque guíense. Adiós, amigo... 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