Movido por las peticiones que me han hecho desde Guía, por teléfono y a
través del correo electrónico, muchos paisanos, algunos conocidos y otros
no, los cuales argumentan que fueron alumnos de Albertito, me he visto
impelido, y muy a pesar mío, hablar hoy de Alberto Dávila Ossorio,
extraordinario músico, que formo parte durante muchos años de diferentes
agrupaciones y orquestas, empezando por la Tirma que fundó don Teofilo
Morales y Martínez de Escobar, continuando con la Guayarmina,
Tirma-Guíense, Pulso y Púa del Real Club Victoria, Banda Municipal de Las
Palmas y finalmente como Director de la Banda Municipal de Guía. Como
interprete fue un excelente guitarrista y también un grandilocuente
clarinetista, como tal llego a ser el número uno y principal de la citada
banda Municipal de Las Palmas.
Alberto jamás se cohibió ante una partitura por muy difícil que fuese.
Como concertista-guitarra, interpreto grandes obras pero sentía una gran
predilección por la música de Francisco Tárrega (1852), -a quien se le
debe el prestigio actual de la guitarra, la cual recupero como instrumento
de concierto-. Oí Alberto "en petit comité" en infinidad de ocasiones,
interpretar de este gran músico-compositor, sus numerosas obras,
destacando entre estas: Lagrimas, Alborada, Capricho árabe, Danza mora,
Variaciones sobre el carnaval de Venecia, Pavanas y otras introducciones
de obras de Händel, Mozart, Chopín, Albéniz, etc. Este "petit….." que
cito tenía lugar en la sociedad de la Tirma-Guíense, pero el ya había
paseado su sapiencia por diferentes teatros de la provincia.
Para llegar a ser clarinete principal de la Banda Municipal de Las
Palmas, dirigida en aquellos tiempos (primera década de los años 40), por
Don Agustín Hernández, tuvo que intervenir en un concurso oposición, donde
intervinieron innumerables clarinetistas de toda la provincia, Alberto
actúo con el número 11, la obra a interpretar era una polca de doble
picado, -termino usado en el argot musical-, denominada Perita en dulce,
ni que decir tiene que después de su intervención el jurado seleccionador,
dio por terminada la prueba, manifestándole a los músicos que faltaban por
intervenir la elocuente y significativa frase, -"La prueba se da por
terminada ya hemos encontrado lo que queríamos"-, constituyéndose
Alberto desde aquel instante en clarinete principal de la citada banda.
Conocí a muchos directores al frente de la banda de Guía, y estando la
misma formada por grandes y preclaros músicos, jamás ninguno se atrevió a
poner en el atril las extraordinarias obras de Richard Wagner, Alberto en su ultima etapa
como máximo responsable de tan elocuente banda así lo hizo, recordar un
concierto que la misma dio en la Plaza Grande una víspera de la Virgen del
año 1966, entre las obras que ejecutaron, que creo recordar fueron cuatro,
dos al menos eran composiciones del insigne compositor teutón, -Tannhäuser
y el Holandés errante-, las otras dos fueron la Gran Vía y la marcha
militar Doble Águila ambas de autores españoles.
Aproximadamente en el año 1952, Alberto Dávila paso a formar parte de
la Orquesta de Pulso y Púa del Real Club Victoria de Las Palmas, su gran
exquisitez como guitarrista, le llevo junto con otros compañeros de Guía,
a constituirse como integrante de tan extraordinario conjunto, jamás
igualado en Canarias. Recordar que cuando la citada Orquesta debuto en el
teatro Pérez Galdós, estaba actuando en el mismo un grupo operístico
italiano de renombre internacional, cuando la formación del Club Victoria
finalizó su actuación, el director del citado grupo, reconociendo la valía
de tan insigne orquesta, hizo el siguiente comentario, -bravísimo, las
bandurrias y mandolinas parecen violines, los laúdes violoncelos y las
guitarras bajos-. Entre bambalinas fui testigo de excepción de tan
grandilocuente comentario, ya que mi padre me llevaba a todos los
conciertos que la orquesta victorista interpretaba en Las Palmas y otros
pueblos de la provincia.
Alberto, ha sido un icono digno a tener en cuenta en nuestra querida
ciudad, en su faceta de virtuoso músico, y estimo debía constituir un
ejemplo a seguir por muchos jóvenes que intentan abrirse camino en este
incuestionable arte. Sus alumnos le llamaban Albertito, nunca le gusto ser
tratado de otra manera, era su humilde forma de comportarse. Todavía en
Guía existen algunos jóvenes que fueron alumnos suyos, los cuales más de
una vez me han comentado, la forma tan especial que tenía de enseñar. No
era propenso a violentarse o enfadarse si alguno fallaba en sus tareas,
muy al contrario les animaba a seguir adelante. Sus hijos nunca fueron
proclives a seguir los pasos de su padre, ninguno se hizo músico, aunque
me he enterado que tiene al menos dos nietos que son unos virtuosos
instrumentistas, -sin poderlo afirmar con la exactitud que quisiera-, pero
alguien me ha comentado que forman parte de la gran banda Municipal de
Música que hoy tiene Gáldar.