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domingo, 04 de julio de 2010
RAFAEL ALMEIDA Y LA CAÑA DE AZÚCAR

Por Pedro González-Sosa

Recientemente, al tránsito por la calle Rafael Almeida en la zona de Arenales-Guanarteme, un amigo preguntó a quién se homenajeaba con el rótulo de aquella vía, explicándole que particularmente su nombre nos es familiar por el paisanaje, pero sobre todo por haber conocido parte de su ajetreada biografía pues se distinguió por su talento e iniciativas agrarias, muchas de cuyas ideas que se llevaron a cabo resultaron de gran provecho para la isla. En la introducción del texto de unos "Recuerdos" que dejó escrito y que transcribieron sus nietos puede leerse que fue "un hombre incansable en política, agricultura y todo aquello que significase mejora para Gran Canaria y de forma especial para su pueblo natal guiense del que fue alcalde, y en premio a su labor sobre el puerto y sus obras fue nombrado Administrador de Puertos Francos." Fue un viajero incansable durante veinte años por toda América y se encontraba en Filadelfia cuando la anilina desplazó a la cochinilla como colorante principal para las telas por lo que ideó el fomento del cultivo en las islas de la caña de azúcar y cooperó en las primeras plantaciones de plataneras, algo avanzado el siglo XX.

Rafael Almeida Mateos (1832-1922) nacido en el seno de una familia sencilla se propuso superar todas las dificultades de la época y para alcanzar éxitos en la vida viajó por muchos países, sobre todo americanos, en los que hizo grandes amigos, principalmente en Cuba estando en cuya isla y dispuesto a regresar definitivamente a Canarias fue homenajeado por sus amigos para despedirle. En el transcurso de aquella reunión planteó su preocupación por la aparición de la anilina que suponía la muerte de las tuneras de las que se obtenía la tradicional cochinilla utilizada como colorante, uno de los cultivos principales de Canarias en aquellos momentos, producto que se exportaba con suma facilidad y cuyos cultivos servía de gran ayuda económica a muchas familias del archipiélago y principalmente de Gran Canaria. Señala en sus Recuerdos que había ocurrido un fuerte vendaval en las islas que "limpió" las tuneras cuyo fuerte viento había hecho estragos en aquel cultivo, noticias que, "llegadas a Londres y París, refiere, se inició la especulación y compra de todas las existencias lo que provocó su caída y supuso el inicio del consumo de la anilina y la desaparición del uso de la cochinilla al punto de venderse por el ridículo precio de una peseta la libra".

En la capital habanera pidió consejo a sus amigos cubanos sobre qué otro producto podría sustituir en Canarias al de los nopales y le sugirieron que debía adoptarse el de la caña de azúcar, ofreciéndole algunas cajas con trozos para plantarlos. Regresado a la isla logró aumentar el número de los plantones que había traído comprando las que pudo conseguir en algunos pueblos logrando iniciar el cultivo en Guía doce fanegadas de tierra de esta planta gramínea. Mantuvo reuniones para incitar a los agricultores a que siguieran su ejemplo y pensó en la instalación de maquinaria para moler la caña y obtener de ella los variados productos que ofrecía su jugo. Mando traer de Estados Unidos un alambique, montó su pequeña fábrica, cortó la caña, la molió y obtuvo varios quintales de azúcar y varios barriles de ron, circunstancia que causó grande y agradable sorpresa entre los agricultores que siguieron su ejemplo iniciándose de esta forma la segunda etapa del cultivo de la cañadulce que tanto progreso económico había significado desde principios del siglo XVI, a raíz de la conquista en cuyo cultivo e industria tanto tuvieron que ver los portugueses llegados desde Madeira, hasta bien entrado el XVII.

La iniciativa de Almeida propició aquella otra iniciativa que supuso la construcción de lo que para los vecinos del noroeste de la isla supuso la fábrica de azúcar montada por los ingleses en el límite de los términos municipales de Guía y de Gáldar, allí donde llaman Becerril, fábrica que pasó a ser conocida popularmente como "la Máquina", que más tarde compró la familia Leacock y de la que sólo quedan restos de una vieja construcción junto a la que erguía una elegante chimenea, también desaparecida.

Modificado el ( domingo, 04 de julio de 2010 )