LAS MEMORIAS DE DON BRUNO QUINTANA QUINTANA

PÁRROCO DE GUÍA (1943-1982)

Un rasgo generoso que agradezco a la ciudad

(Por la transcripción: B. DE V.)

Volviendo a la fecha histórica del 15 de agosto de 1978 a la que ayer me refería -nombramiento de la Virgen de Guía como Alcaldesa Mayor Perpetua-, lo que relato seguidamente ha sido un acto muy delicado y maternal de nuestra Patrona conmigo, entre otros muchos que he recibido a través de mi vida sacerdotal y parroquial.

También quiso el Ayuntamiento de Guía llevar a efecto, en esta fecha concreta, un público homenaje a este párroco-cronista por los 35 años que venía desempeñando el difícil cometido de regir la parroquia, proclamando el nombramiento de Hijo Adoptivo, según acuerdo tomado por unanimidad el día 29 de marzo de 1977.

Todo ocurrió en aquella jornada del Día Mayor. Después que el alcalde entregó el bastón de mando de alcaldesa a la Virgen de Guía, el secretario del Ayuntamiento dio lectura al acuerdo por el que se me nombraba Hijo Adoptivo y, seguidamente, tras unas cálidas y emotivas palabras, el presidente de la Corporación me entregó un artístico pergamino en el que se hace constar el acuerdo.

Fue luego el alcalde de Santa Lucía de Tirajana, don Manuel Sánchez Araña, que me honró con su asistencia, quien hizo pública la adhesión incondicional y entusiasta del Ayuntamiento de mi pueblo natal, entregándome como obsequio y recuerdo una bandeja de plata con una leyenda cariñosa, halagadora, que llena de sano orgullo y satisfacción al orgullo más equilibrado. Acto seguido también me entregó el Gánigo de la Paz, delicado obsequio me enviaba el distinguido amigo y paisano, el ilustre canariólogo don Vicente Sánchez Araña, detalle que agradecí profundamente por lo que ello significa y entraña.

Emocionado, correspondí dando las gracias a todos en los siguientes términos:

"Queridos amigos. Ante este emotivo acto, en el que graciosamente, benévolamente, la Ilustre Corporación Municipal de Guía ha querido conceder el honor, a mi insignificante persona, del diploma en el que se hace constar el acuerdo de Hijo Adoptivo de esta ilustre ciudad, de rancio abolengo, cuna de nobles hidalgos, patria de insignes artistas y egregios literatos, que en correr de los tiempos la han llenado de fama inmortal, me siento anonadado, embargado, por tanta bondad en otorgarme este honor de tan elevados quilates y que tanto me honra y enaltece.

Y ante todo ello, ¿qué debo decir? Por lo pronto os digo que de lo más profundo de mi corazón me brota una ardiente llamarada de gratitud. Pero permítanme que les revele un íntimo secreto que siempre he guardado y cultivado, con toda mi alma de sacerdote, en lo más hondo de mi corazón. Desde el primer momento en que me hice cargo de esta muy amada parroquia, postrado ante una bella imagen inspiradora de gran confianza y amor -y consciente de mis deficientes dotes para desempeñar cargo de tanta responsabilidad-, me puso bajo su maternal patrocinio para que me guiase y ayudase en el muy difícil cumplimiento de mi deber, y al mismo tiempo me consideré -por mí y ante mí-, hijo de la Ciudad. En consecuencia, me entregué plenamente a servirla poniendo a su disposición todo lo que fui y soy, pero con ardosa voluntad, procurando cooperar a todos los niveles para que Guía mantuviese en todo momento su profunda raigambre religiosa, moral y cultural de que siempre hizo gala; y, al mismo tiempo, procurar que fuese cada vez a más, eliminando para ello todo lo que menoscabara su dignidad y prestigio".

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