Guía de Gran Canaria

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Cuando vimos llegar la democracia desde la Plaza Grande

Por Santiago Gil

Hace 25 años yo fui uno de los que vio llegar la democracia desde la Plaza Grande. Un buen día, mientras intercambiábamos estampas con Sasito o rompíamos los zapatos golpeando chapas entre dos bancos, aparecieron coches con altavoces que pedían el voto a la Constitución, y posteriormente a los distintos partidos políticos que se constituyeron durante la transición democrática. A nosotros, recuerdo, lo más que nos interesaba de todo aquello eran las pegatinas, las camisetas o los llaveros que pudieran llegar a nuestras manos.

Sí tengo la noción de que todo era como una fiesta. Posiblemente todavía había miedos y resquemores por los odios atávicos y por estar un poco manga por hombro la situación del país; pero ya digo que todo eso lo vencía la ilusión y los mensajes optimistas que se escuchaban por todas partes. Sonaba a todas horas la palabra libertad, en canciones, en mítines o en la televisión, y uno entonces no sabía lo importante que es y que por supuesto sigue siendo esa palabra.

Con el paso de los años, y apoyados sobre todo en el repaso de las imágenes históricas que marcaron la época sí que hemos aprendido a valorar el esfuerzo de quienes ayudaron a la llegada de la democracia y a su posterior consolidación.

La historia, por más que nos la quieran pintar con grandes acontecimientos e imágenes impactantes, finalmente se vive, y sobre todo, se recuerda, en los lugares en los que uno ha estado en cada momento. Seguro que todos los que vivíamos entonces en esta ciudad somos capaces de situarnos, de saber qué hacíamos y dónde estábamos, el día de la muerte de Franco, el de la Coronación del Rey Juan Carlos, o el día del referéndum para aprobar la Constitución o para elegir nuestra primera Corporación municipal democrática.

Uno, de entrada, está con Heráclito de Efeso cuando dice que es imposible que nos bañemos dos veces en las mismas aguas de un río, y digo de entrada, porque luego, valiéndonos de los recuerdos y de las imágenes nítidas que se guardan en la memoria, sí que se puede volver atrás y recordar -que sería como bañarse otra vez en esas mismas aguas- los aconteceres del pasado.

Era otra ciudad la de entonces. No sé si mejor o peor que la de ahora, pero sin duda más entrañable, más cercana y para los niños de aquellos años mucho más dada a la aventura y al callejeo. Ha cambiado la ciudad y hemos cambiado nosotros, que como decía Neruda, tampoco somos los mismos. Está claro que el mundo, y en ese mundo nuestro pueblo, posiblemente haya cambiado más en estos 25 años de lo que lo hizo en los cien o doscientos años anteriores.

Sin embargo, sí es cierto que, aun habiendo crecido, y habiendo mudado nuestros límites y nuestro paisaje, todavía tenemos el decorado prácticamente intacto en el casco histórico del municipio. Es todo un lujo poder recorrer la calle del Agua, o la del Medio, casi como estaba hace cien años, y como la vimos en la infancia, que como bien decía Rilke es al final el único reino que cada uno tiene dentro sí mismo.

Fue un lujo crecer en esta ciudad, y además hacerlo en los tiempos en que lo hizo mi generación. Vimos llegar en primera fila valores como la libertad, la igualdad o la justicia, y eso es algo que sin duda marca por completo la vida de una persona.

Salvando la parte sentimental sí es cierto que el paso de estos años nos ha traído muchísimas cosas buenas y, en general, un bienestar social y económico muy superior al de entonces. Al recordar tendemos siempre a recrear a nuestro antojo ese pasado. Cuando escribía estas líneas no me acordaba de lo que suponía bajar a Las Palmas por la Cuesta de Silva y el barranco de Moya, o la escasez de agua de abasto, o las constantes averías de luz, o la falta de infraestructuras sanitarias, deportivas o sociales que teníamos hace 25 años.

Son 25 años, y por mucho que el tango diga aquello de que 20 años no son nada, hemos de reconocer que ha pasado media vida. Ya se sabe que los tangos, como los boleros, casi siempre mienten, y que además lo suelen hacer a beneficio de quien los escribe. Supongo que por una cuestión de supervivencia.

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NOTA: Extracto del texto de Santiago Gil para el acto que celebró el Ayuntamiento de Guía por los 25 años de vida democrática y que fue leído en la Plaza Grande por el locutor de Radio Las Palmas, Pepe Rodríguez, por encontrarse su autor fuera de la isla).

 

 

 

 

 

 

 

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