DOCUMENTOS DE INTERÉS PARA 

GUÍA DE GRAN CANARIA

Pregón de las Fiestas de la Virgen 1989

por D.  DON JOSÉ GORDILLO MORENO

         Quiero agradecer públicamente a la Corporación Municipal y a su Alcalde Presidente el que me hayan elegido a mí para ser este año el pregonero de nuestras Fiestas habiendo, como los hay, tantos hijos ilustres que, con más méritos que Yo podían pregonarlas, ya que mi único mérito es el de ser hijo de este pueblo de Guía.

          Debo confesar que en muchas ocasiones por imperativos de mi vida, profesional o pública, he intervenido y participado en diferentes actos, charlas, conferencias, congresos o coloquios y, a pesar de ello, en este momento estoy no solo nervioso sino muy emocionado. Debe ser la emoción que después de tantos años produce a toda persona el reencuentro con sus raíces y, el pensar, que habiendo servido tanto y a tantos, es la primera vez que sirvo a mi pueblo, aunque el servicio sea pequeño, me enorgullece.

          Yo no sé si está bien irse del pueblo que uno ama, aunque la marcha, en la mayoría de las ocasiones no es voluntaria sino obligatoria por circunstancias, diversas y complejas circunstancias, que la propia vida nos impone; pero amando todo esto y a lo lejos añorándolo con el deseo de volver. Yo no he dejado de marcharme y volver, y me parece que de este modo siempre mantengo la sensación de la permanencia. Como también se mantiene esa sensación sirviendo de introductor en Granada de los numerosos amigos que al pasar por aquella ciudad o al residir temporalmente en ella, me han visitado. Creo que no hay nadie de Guía, y puedo generalizar más, no hay ningún Canario que haya llamado a mi puerta en Granada y la haya encontrado cerrada. Todo ello me ha servido para mantenerme unido con mi tierra y con mi pueblo.

          No quisiera que éste fuera un pregón al uso, lleno de tópicos o reiteraciones, sé que es difícil conseguirlo, pero quisiera que fuera una charla entre amigos para hablar de nuestras cosas, de nuestras fiestas, de nuestra Virgen.

         Porque es la Virgen de Guía no solo el centro de nuestra feb, sino también la única justificación de las fiestas.

          Todos los años, en los mismos días, nuestro pueblo se engalana y se hace festivo, solo por rendir culto público a nuestra Patrona, y es esta y no otra, la razón de los festejos populares. Ha sido así a través del tiempo, lo es ahora, y lo será en el futuro, mientras nuestro pueblo se siga llamando Santa María de Guía y la Virgen siga siendo su Patrona.

          No podemos extrañarnos de ello porque, todos sabemos, que el hecho religioso siempre ha ido unido a la manifestación popular, o dicho de otra manera, el hecho religioso se conmemora con júbilo por parte del pueblo.

          En los pueblos de cultura cristiana.

          ¿Qué otra cosa fue, por ejemplo, los juegos olímpicos en la antigüedad?. Manifestaciones deportivas en honor del dios Zeus, allá en Olimpia, la ciudad que estaba próxima a los Montes Olimpos, donde griegos y romanos creían que moraban sus dioses, por eso en dicha ciudad se elevó el templo a Zeus y durante setecientos años, cada cuatro y durante cinco días, después de dedicar tres de ellos al culto de Zeus, en los dos últimos días del pueblo gozaba de la manifestación deportiva más importante de la historia en la antigüedad.  

         Y es que el hombre, en general, siempre ha tratado de mantenerse unido a algo superior, algo desconocido, algo que considera trascendente o sobrenatural, tanto es así que conocemos que el origen de las diferentes religiones no fue otro que el ritualizar esas manifestaciones que inmediatamente se unieron a un recreo, una diversión no habitual, atrayendo, incluso, a gran número de visitantes, desplegando actividades tradicionales, folclóricas o manifestaciones deportivas.

          En nuestro pueblo las fiestas, al menos el culto a la Virgen, comienzan al iniciarse la edad moderna en los albores del siglo XVI, es decir cuando ya se conocían tecnológicas y su aplicación, como los molinos de agua o viento, cuando el derecho del mar estaba en auge y, entre comerciantes, se conocía el contrato de seguros y la letra de cambio; cuando había aparecido el repentino e impetuoso florecer de la feb religiosa siendo su exponente las construcciones de las catedrales o iglesias en las principales ciudades de la cristiandad, unas construidas, la mayoría, en la edad media y otras terminándose de construir.

          En ese tiempo, cuando en una pequeña ermita comienza el culto a la Virgen comienza la historia de nuestro pueblo y, los festejos populares, antes de que Guía fuera municipio independiente, porque de la misma manera que lo profano va unido al hecho religioso, lo religioso va unido a la historia de los pueblos. El culto a la Virgen se inicia, pues, en un tiempo en que la Casa de Dios era la casa de los hombres por coincidir lo sacro y lo profano; un tiempo en que todo, filosofía, arte y ciencia, eran siervas de la feb en un místico vasallaje de lo temporal a lo espiritual generalmente aceptado en toda la Cristiandad. No podemos olvidar que incluso los hombres del comercio unían a su actividad la actividad religiosa de tal manera que incluso en nuestra Isla, durante el siglo XIV se hicieron ocho o diez incursiones de comerciantes mallorquines, catalanes y genoveses, una veces de paso a Berbería y otras con asentamientos más o menos estables, y, en uno de ellos, allá por los años 1.341– 1.345,

vinieron a nuestras Islas y fundaron dos pequeñas ermitas una de culto a la Virgen probablemente en la Isleta y otra de culto a San Nicolás en el noroeste, quizás la Aldea de San Nicolás haya tomado ese nombre de ella, pero en esta expedición se trajo un número no determinado de aborígenes que en expediciones anteriores habían sido hecho esclavos, cristianizados y catalanizados, que sirvieron de contacto e introductores.

          Pero muy pronto se iniciaran otros tiempos, con la aparición de nuevas ideas, con otros valores, y comenzaría el distanciamiento espiritual y lo material.

          Nuestras fiestas, las que pregonamos hoy, no pueden ser diferentes a las de ayer, en el sentido de conmemoración no en la forma de su manifestación que deben superarse cada año.

          Son, en este sentido de conmemoración, un recuerdo colectivo y unánime que nos acerca al pasado y nos permite recrearnos y afirmarnos en nosotros mismos, enlazando el pasado y el futuro.

          Las fiestas, como conmemoración, nos invitan a repetir las mismas cosas, que otros, antes que nosotros hicieron, o dicho de otra forma, las fiestas nos indican que nuestra ciudad no nos pertenece del todo porque no depende únicamente de nuestros actos: nos fueron legadas por nuestros antepasados y en el futuro, serán otros los que las realicen y seguirán estando vivas cuando ya de nosotros no quede ni memoria.

          Por eso nuestras fiestas, estas que estamos pregonando y que hacemos nosotros, deben tener la doble cualidad de hacernos dignos de quienes nos precedieron y dignos de nuestros herederos. Por ello, esforcémonos en hacer de ellas una vivencia compartida por todos, en paz  y libertad, para que se nos recuerde con gratitud al igual que nosotros recordamos a quienes nos precedieron. En estos días, además de exaltar a la Virgen debemos poner amor y fraternidad en nuestras diversiones y, cada uno, sentirnos responsables de un trozo de ello. Nadie debe sentirse distinto ni distante, lejos o alejado, y nadie debe sentirse triste y si, esto no fuera posible, nadie debe sentirse solo en su tristeza.

         Pero, para un hijo de Guía, lo principal de las fiestas es el culto a nuestra patrona ya que en su honor se hacen, para solemnizar la devoción que todos sus hijos sienten por Ella. No tendrían sentido nuestras fiestas anuales sin rendir culto a la Virgen, serían como un cuerpo sin alma.

          El día 15, nosotros rendimos honor a la Virgen por ser madre que a todos sabe acercarse y comprender, que se eleva sin mancha sin  que la contamine la podredumbre que nos rodea. Devoción y amor que nos limpia de egoísmos, nos libera de la trampa del materialismo que nos atosiga. Virgen que nos empuja a trabajar por un mundo más justo done el hermano no tenga cada vez más lujo a costa del hambre de otro hermano, que nos ayuda a defender la familia tan necesaria para que la sociedad no se hunda.

          Cuando la Virgen se pasee por nuestras calles es una buena ocasión para meditar sobre nuestras infidelidades, nuestros odios, nuestras propias injusticias, del fango con que salpicamos y de los dolores que producimos.

          La Virgen sale a un golpe de conversión auténtica debe conmovernos para hacer de nuestro pueblo un lugar de reconciliación, de paz y de justicia.

          El día 15, central de nuestras fiestas, cuando con el último frescor de la mañana y nuestro pueblo se repliegue en sí mismo para empezar a vivir su día más importante del año, como hace un lustro o quizás como hace un siglo y, nosotros como buenos hijos, estaremos en las calles para darle calor humano. Ella debe entrar en nuestros corazones a pesar de la brecha que se está abriendo en el culto, público o privado, debe sentir nuestra filial adoración.

          Por ello no debemos contentarnos con mirar la procesión desde los balcones, o desde la plaza o desde las aceras, debemos unirnos íntimamente a la Virgen con devoción.

          Y cuando la procesión termine y la Virgen entre en la Iglesia después de su paso por nuestras calles, no debe quedarse solo en unas horas de emoción, emoción sin duda sincera y sentida, pero que debemos hacer fecunda, acrecentando nuestro amor a Dios, a la Virgen, a nuestras familias a nuestros hermanos.

          La Virgen en la Iglesia y desde la soledad de su camarín, nos espera todo el año, espera nuestra visita como madre para que le ofrezcamos nuestras oraciones, le hablemos de nuestras cosas, nuestras penas y alegrías, problemas, fracasos y triunfos, y para que le hagamos nuestras peticiones. Es la madre de todos, y a todos quiere de la misma manera, sin preferencias y tal cual somos. Recibámosla en nuestros corazones como la recibió Juan en el Calvario, y démosle todo lo mejor que tengamos. Como dijo el poeta anónimo,

                             Tiene gran pena mi alma,

                            Yo nací para quererte a Ti

                            bendita patrona.

                            Si me ofrecieran el mundo

                            con él te haría una corona.

          Por desgracia existe una ola contraria a las manifestaciones externas del culto, pero no pueden caer en desuso porque son necesarias y agradables a Dios. Siendo el mismo Jesús recibido muchas veces con algarabías y cantos y por grandes muchedumbres y siéndole ello recriminado por algunos, les dijo...”si este pueblo calla, si estos niños callan, hasta las piedras hablarán”...

         No vemos la procesión de la Virgen como una pompa innecesaria o imposición de la jerarquía, veámosla como un fervoroso homenaje de amor de los hijos de este pueblo que hace siglos se acogieron a su advocación y patrocinio, y creo que esta expresión sana de feb pública y populares el mejor patrimonio de nuestro pueblo.

          Para nosotros, los días de las fiestas, suponen una gran ilusión en los niños y jóvenes, y en los que somos menos jóvenes supone un recuerdo nostálgico de nuestra infancia y juventud, porque ¿quién no recuerda con cariño e ilusión algunas vivencias de nuestra niñez o de la juventud?.

          Yo recuerdo que esperábamos el inicio de las fiestas que siempre se hacía, según los programas oficiales, con el desfile de las comparsas de gigantes y cabezudos amenizados por la banda municipal, pero que para nosotros eran los “papahuevos” donde toda la chiquillería bailaba, evitando los manotazos de los gigantes, y cantando aquello de “ola ya vienen los papahuevos”. Y ese día, a desde por la mañana con diana llamadas floreadas, se tiraban voladores, y ya habían llegado los turroneros ofreciéndolos de azúcar o de gofio, y las mesas con las barajas donde un habilidoso nos dejaba sin dinero, o con el ratón indio, que eran juegos permitidos y serían los orígenes, supongo, de las actuales salas de juego.

          Y el día de las carrozas, desfilando por todas las calles, de las que no solo nos sentimos orgullosos llegando a decir que eran las mejores y que ni en Las Palmas se hacían iguales, sino también las considerábamos nuestras, porque el que mas o el que menos, todos contribuíamos en sus construcciones.

          Y la víspera, siempre los fuegos, que no eran castillos de artificios como ahora, sino hechos en el pueblo, pólvora quemada que entre mas humo echaba mas agradaba a los niños y sobre todo si eran muy ruidosos, y mientras tanto, la velada amenizada por la banda de música subida en el tabladillo, mientras los espectadores se paseaban en la plaza grande, los mayores se sentaban en la puerta del casino o la plaza chica para beber cerveza helada y nosotros los turrones, galletas y helados o gaseosas de bolillas que era agua colorada endulzada con sacarina, y así aguantábamos hasta que se quemaban los fuegos y al final decíamos ... mejores que los de Gáldar...

          Y al siguiente día, de mañana, a esperar la salida de la Virgen, todos de estreno, el que podía, y otros, aguantando las bromas pesadas de los amigos porque ese día se ponían pantalones largos y se pasaba de la niñez a la pubertad dolo por las medidas de los pantalones, y al terminar la procesión esperando la traca o calenda, que eran unos petardos muy ruidosos que se ponían en las escaleras de la iglesia, delante de la Virgen y cuando empezaban a estallar cronometrábamos su duración para ver si era mayor que la del año pasado y si hacía más ruido, y entre los petardazos y el humo que echaban, algunas veces la Virgen no se veía.

          Por la tarde la esperada y más famosa, para nosotros, batalla de flores, la mejor de las islas y el día mas visitado por los forasteros, donde se hacían algunas gamberradas porque algunos las bolas en vez de confetis, eran caseras y las llenaban de cartón o las hacían duras con el fin de, anónimamente, fastidiar al prójimo.

          Hubo años que actuaban grupos folclóricos, rondallas locales famosas y algunas forasteras invitadas y hasta orfeones de Las Palmas.

          Y las fiestas, para muchos, eran la ocasión para decidirse a pasear con alguna chica y empezar unas relaciones, que en la mayoría de los casos terminaba en boda.

          Creo que quién llega a las fiestas sin añoranza del pasado es porque no tuvo juventud o no supo ser joven.

          Pero las fiestas, aunque suenen a tópico, constituyen la llama viva de unas tradiciones inmemoriales que debemos que debemos impulsar año tras año hacia el futuro.

          Aparentemente al llegar la conmemoración de la Virgen y de San Roque, todos los años parecen iguales, pero la realidad es distinta, porque el corazón humano nunca palpita al mismo ritmo ni las ilusiones permiten que se apaguen sus luces; y es que en la vida de los pueblos hay momentos que son jalones marcados de trascendencia que son recuerdos de antaño, y no hay hogar en Guía que no deje de encender amores a su pasado llenos de recuerdos que ya no están en el tiempo pero sí en la realidad, en la memoria, en los corazones y, así vemos, como los tópicos poseen una fuerza de futuro renovador y las nostalgias y añoranzas se convierten en ilusiones esperanzadas.

          Guía debe ofrecer a los forasteros que nos visitan un paisaje reñido con las prisas, un paisaje estático para que siga siendo como es, como ha sido y como queremos que sea en el futuro, rompiendo horizontes nuevos con nuevas realidades que acrecienten el patrimonio que ya tenemos. Y estas fiestas de la Virgen que la tradición ha unido a las de San Roque, nunca se han quedado para nosotros solos sino que las hemos ofrecido a los forasteros, porque Guía es fiestas narcotiza al visitante con su hermosura, con su elegancia, con su silencio y con su hospitalidad.

          Saludemos a los visitantes, a los nuestros, a los hijos de Guía que por diversos motivos residen  en otros lugares pero que aprovechan estos días para encontrarse con su pueblo, con sus familiares, con sus amigos. Nunca han dejado de pensar en su pueblo desde la distancia inevitable.

          Y saludemos con gran afecto a los que sin ser hijos del pueblo nos visitan cada año o por vez primera, porque aquí tienen sus amigos y encuentran una ciudad viva, tolerante y festiva, que les hará pasar, sin duda unas horas gratas y agradables de sana diversión. Porque Guía en fiestas es ella misma.

          Los que organizan las fiestas deben pensar que los que nos precedieron cumplieron con su deber y, nosotros, cuando terminen estas fiestas que pregonamos, debemos cumplir con el nuestro, para que la historia del pueblo siga adelante, como dijo el poeta,

                             Todo pasa todo queda

                            pero lo nuestro es pasar.

                            Pasar haciendo caminos

                            caminos sobre la mar.

          Al ser el día de la Virgen, la conmemoración de la Asunción de nuestra Señora, creo que podíamos dedicar a la Virgen como primer acto de adoración unos párrafos de la oración que el papa Pío XII pronunció el día antes de la proclamación solemne y universal del Dogma el día 1 de noviembre de 1.950 y dirigida a la Virgen de Guía...  Virgen de Guía, tenemos la certeza de que tus ojos, que han llorado la tierra regada por la sangre de Jesús se volverán hacia nosotros, hacia este mundo atormentado por las guerras, persecuciones, opresiones de los justos y de los débiles y entre las tinieblas de este valle de lágrimas esperamos de tu celeste luz y de Tú luz de piedad, alivio para las penas de nuestros corazones.-

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