Guía de Gran Canaria

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A PACO RIVERO, EN EL RECUERDO*

por Braulio A. García Bautista

Conocí a  Francisco Vicente  Rivero García,  Paco Rivero, desde siempre. Probablemente él ya vivía en la calle 18 de Julio cuando yo llegué a este mundo. Y aunque a mí me parieron  en la casa de mi abuela, al poco tiempo me llevaron a  vivir a la calle de José Antonio, perpendicular a la suya. Creo que incluso fuimos juntos a nuestra primera escuela, la de Carmelita, la mujer de Manolito el Herrero.

De nuestra infancia en común poco recuerdo, sólo que él iba siempre de punta en blanco, muy acicalado y modosito, como típico hijo único, mientras yo, a pesar de serlo también, salí algo más desastrado y barranquero.

Nuestra conexión se acrecienta en la adolescencia, sobre todo a partir de que a Paco le compraran un magnetófono de bobina y empezáramos a experimentar  con aquel extraño artilugio. Tengo que decir que, ya  desde entonces, Paco siempre se prestó a grabar, más o menos presionado por la amistad, mis tímidos balbuceos de cantautor en ciernes, como también lo hicieron otros pobres a los que martirizaba con aquellas  cancioncitas de mis comienzos, entre ellos Pedro Manuel Padrón León.

A principios de los setentas Paco Rivero  me conectó con alguien de nombre muy peculiar (Ángel Gorgojo) quién a la sazón trabajaba en una compañía de discos en Barcelona, la Belter. A este señor le mandé, ilusionadísimo,  una cinta con algunas de mis canciones, pero, desgraciadamente, su compañía consideró que no era interesante lo que yo les ofrecía y mis sueños quedaron, de momento, en agua de borrajas. A partir de entonces, y en un acto de estéril venganza, cuando Paco y yo nos referíamos al tal Ángel Gorgojo, siempre le llamábamos Ángel “Gargajo”.

Tiempo después, y ya por mi cuenta, mandé un tema al Festival de Benidorm que resultó elegido. Cuando me lo hicieron saber,  me encontraba en Inglaterra, cantando en una cadena de restaurantes, y desde allí volé a Barcelona, donde, con el aval del tema seleccionado en dicho  Festival, me fue relativamente fácil llegar a recibir una proposición en firme de la compañía Columbia. No obstante, como  esta compañía  me ofrecía grabar, en principio, un sólo disco, quise probar suerte otra vez con aquella Belter  que tan cruelmente me había rechazado. Llamé a Paco, le pedí el teléfono del Sr. Gargajo, digo Gorgojo, y en esta ocasión, y otra vez gracias evidentemente a Benidorm,  sí sonó la flauta e ingresé en la Belter con un contrato para grabar tres L. Ps., como entonces se decía.

Una vez situado como cantante en La Península, siempre que volvía por la isla a trabajar, Paco ejercía como mi representante local  y yo obligaba a mi  manager peninsular a pagarle un porcentaje de lo que  nosotros percibiéramos.

Cuando en el  76 fui a Eurovisión, fue Paco, quien a cambio de una determinada retribución, organizó, a partir de una idea mía,  una especie de caravana de captación de votos, con una fotocopiadora metida en un coche y un sistema de altavoces con los que, aparcado el vehículo en lugares estratégicos, se solicitaba a la gente el carné de identidad, requisito imprescindible entonces para formalizar los votos emitidos a mi favor.

Cuando me fui a vivir a Estados Unidos, llamaba a Paco con cierta regularidad para que  me tuviera informado de lo que pasaba en el  pueblo, pero, incomprensiblemente,  cuando hace pocos años me decidí a volver a Guía, ya él había entrado en una dinámica de cierto  alejamiento de casi todos sus viejos amigos y se le había agriado un tanto el carácter, circunstancia que se agravó con la muerte de su pobre madre.

El día que enterraron a Paco yo volvía de Madrid y llegué tarde para acompañarlo en su último viaje, desde entonces guardo un cierto remordimiento… si hubiese sabido que nos dejaría tan prematuramente, me hubiese acercado más a él, dejando a un lado ciertos dimes y diretes y el estúpido orgullo pueblerino que a veces nos determina en demasía.

De su temprana y triste desaparición he sacado una dolorosa enseñanza: “CUANDO UNO LLEGA A ESTA EDAD NO ES BUENO DEJAR QUE SE ALEJEN LOS VIEJOS AMIGOS, SOBRE TODO CUANDO NO EXISTEN RAZONES DE PESO QUE JUSTIFIQUEN  EL DISTANCIAMIENTO”

Con la muerte física de Paco Rivero desapareció un artista sensible y talentoso, a la vez que un tanto incomprendido, pero nos queda su extensa e importante obra, que pasa ahora a formar parte imprescindible de la memoria histórica de nuestro querido pueblo.

Braulio A. García Bautista

Guía, a 9 de agosto de 2004.

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* Texto creado por Braulio A. García Bautista con motivo del homenaje que le brindó el pueblo de Guía el 9 de agosto de 2004. Este día tuvo lugar la inauguración de la exposición fotográfica en la Casa de la Artesanía (Ayuntamiento Viejo) y, a continuación, el homenaje en el Teatro Viejo, en el que intervinieron AMADO MORENO, BRAULIO, JOSÉ CARLOS GONZÁLEZ RUIZ, JOAQUÍN RODRÍGUEZ, SEBASTIÁN SOSA (Cronista de Agaete), ANTONIO AGUIAR, PEDRO GONZÁLEZ SOSA (Cronista de Guía) y el Alcalde FERNANDO BAÑOLAS (por orden de intervención).

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