Guía de Gran Canaria

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Los zapateros de la Ciudad de Guía de Gran Canaria

Por Juan Dávila-García

Desde tiempos remotos los diferentes gremios integrados por los artesanos especializados en diferentes oficios, tuvieron un preponderante papel en la economía de una comarca, de una ciudad, pueblo o simplemente de una villa. Eran muchas las profesiones que conformaban estos distintos grupos e incluso existían calles donde radicaban exclusivamente los prototipos de una determinada profesión y que eran conocidas más por el nombre de estas que por el propio patronímico de las mismas.

Guía no fue una excepción, y en la misma abundaron grandes profesionales especializados en múltiples materias, que tuvieron una gran resonancia a nivel insular y regional y en algunos casos como el de la "cuchillería" y "quesería", su fama ha tenido repercusiones de índole internacional. Hoy quiero dedicarle este nuevo trabajo al gremio de los zapateros, que en un momento determinado fue muy prolifero en nuestro pueblo. Existiendo entre estos, grandes y extraordinarios realizadores y constructores de todo tipo de calzado, quien destaco de manera elocuente y que marco una época de ilustre catalogación en tan complicado menester. Estos expertos artesanos iniciaban su trabajo partiendo de la demanda del cliente, el cual le exponía, la forma y el material a utilizar en la confección de lo que demandaban, el profesional tomaba las medidas oportunas utilizando las plantillas y las hormas que estaban debidamente homologadas con respecto a las medidas de cada pie fuera femenino o masculino. Una vez terminada esta primera e indispensable fase, se iniciaba la segunda que consistía en confeccionar el calzado demandado usando para ello todas las herramientas precisas para que el acabado fuera lo más perfecto posible.

Una de las facetas más importantes a llevar a cabo era la maceración de las suelas para que cogiera mayor flexibilidad y consistencia, y que se hacia utilizando una plantilla triangular de hierro plana en su anverso donde el zapatero después de mojar adecuadamente con agua la suela la golpeaba durante un buen periodo de tiempo con un martillo de cabeza circular amplia conocido como "martilla". Otro ritual era el cosido de la pieza, -los zapateros guienses tenían la virtud de confeccionar el calzado cosido a mano-, solo utilizaban el tachéado en la botas que hacían cuyo uso primordial tenían que ver con las faenas del campo. La liturgia para llevar adelante el citado cosido era muy compleja, ya que la iniciación al mismo se hacía preparando el hilo, el cual enredaban con la mano utilizando como base parte de la pierna en el espacio comprendido entre la rodilla y el muslo, una vez que el mismo adquiría la consistencia debida lo enceraban con una cera especial e iniciaban el cosido a dos manos, presionando con bastante fuerza para que el amarre fuera persistente. Todo ello lo hacían con el material utilizado para la confección del zapato dentro de la horma. Los materiales utilizados variaban según la petición del cliente, así como el color, los más usados era el cuero en general, el charol, las pieles de diferentes animales, que le daban un aspecto de elocuente belleza al objeto fabricado. Muchos vecinos de mi pueblo se hacían los zapatos por encargo, que solían tener unos precios elevados, ya que los formatos pedidos requerían una dedicación por parte del profesional bastante más comprometida y delicada.

Guía llego a tener de manera simultanea hasta diez o quince zapaterías, donde además de la confección de los diferentes tipos de calzados se hacían también las reparaciones de los mismos, -o remiendos-, consistente en poner punteras, palas, tacones, tapas y tapillas y otras de menor importancia.

Antes de finalizar este trabajo y a modo de reconocimiento quiero citar algunos de estos profesionales, que le dieron a Guía una gran importancia dada su dedicación y el gusto que empleaban para llevar adelante tan brillante profesión. Muchos de los personajes que voy a citar quizás ya no sean conocidos por la gente de mi pueblo, pero es de bien nacidos reconocer su virtuosa labor, que de alguna forma engrandeció el devenir de nuestro terruño. Voy a intentar hacerlo por orden de antigüedad en el ejercicio de la profesión aunque la mayor parte de ellos fueron coetáneos. Todos tienen la nominación de maestros por eso voy a obviar repetir esta palabra cada vez que los vaya citando. Así tenemos a:

Mariano Calcines y su hijo Mariano, Pancho –padre del joyero Pantaleón Suárez-, y Pedro Suárez, -padre de Yoyo y Pepe Suárez Ossorio platero y joyero respectivamente este ultimo residente en Tenerife-, Pancho –conocido por maestro Pancho el cartero- y Antonio Ossorio, Antonio Dávila –mi abuelo paterno-, Pedro Estévez conocido por Porin, Pancho Castellanos, José Vega conocido por Pepe el sordo, Faustino Suárez conocido por el carro y su hijo Juan, Domingo en la calle Trasera, Salvador Bautista conocido por el tunera, Bartolo Oliva, Marcelino Mendoza, Sebastián Martín conocido por Chano el reinosá, Lito, los lecheros Pepe y Santiago, Manolo Roque, Antonio Bautista y posiblemente muchos más.

A todos ellos mi reconocimiento más sincero y mi afectuoso saludo para los que todavía viven.

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Juan Dávila-García

jocdavila@yahoo.es

Septiembre 2006.

info@guiadegrancanaria.org

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