Guía de Gran Canaria

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Los marchantes de la Ciudad de Guía de Gran Canaria

Por Juan Dávila-García

Hoy quiero incidir sobre una profesión que ha desaparecido por la influencia de los grandes supermercados y otros establecimientos dedicados a la venta de los productos cárnicos frescos que en otros tiempos solo se expendían en las llamadas carnicerías regidas y administradas por los ayuntamientos, aunque los vendedores fueran personas ajenas a la administración, me refiero a la "marchantería". Esta singular profesión la ejercían una serie de personas algunos de los cuales se enriquecieron al amparo de la misma. En Guía los marchantes mas conocidos fueron Antonio Jiménez conocido por Antonio huertas, Francisco Mendoza conocido por Paco el totí y su hijo Sendo, Antonio el kikere y su hijo Antonio, Andrés Lujan y otros. Aunque lucrativa era una profesión muy sacrificada.

El desarrollo de la misma consistía en comprar ganado de todo tipo pero especialmente el vacuno, para abastecer las necesidades culinarias de la mayor parte de los ciudadanos de mi pueblo, -supongo que en otros lugares sería igual-. Para ello los marchantes citados se desplazaban a las medianías adquirir esta mercancía en vivo, la cual traían posteriormente al matadero municipal, donde después de sacrificarlas cosa que hacía José Sánchez conocido por Pepe el cortante, -funcionario municipal-, se despiezaban, se clasificaban y eran llevadas a la carnicería que estaba ubicada donde hoy vive la familia de maestro Paco Trujillo para su venta, hacer constar que esta la llevaban a efecto los propios marchantes los miércoles y los sábados.

La dificultad que estos profesionales tenían en la mayoría de los casos, que era muy sacrificada, consistía en desplazarse hasta las medianías para adquirir las reses y traerlas hasta Guía haciendo ambos recorridos caminando. Se imaginan traer un toro o una vaca desde Bascamao, Tres Cruces, Palmital, Ingenio Blanco o de más arriba, con pesos de 400 o 500 kilos o quizás más hasta el matadero que estaba en la parte de abajo del barranco, sin lugar a dudas era toda una epopeya digna de mención, sin embargo estas personas lo hacían tres o cuatro veces a la semana y lo llevaban a cabo con un dignísimo comportamiento y con una profesionalidad extraordinaria.

Era necesario abastecer de carne fresca al municipio, y estos personajes conscientes de tal necesidad desarrollaban su labor a sabiendas de lo complejo y gravoso que resultaba dedicarse a la marchantería, pero ejercer la misma tenía una parte positiva como era los beneficios económicos que les dejaban la compraventa de los animales y posteriormente la venta al detalle de la carne y de todos los órganos vitales de los mismos algunos de los cuales se servían en los bares ricamente preparados.

En un principio el despiece de una res era como un ritual, se le cortaba la cabeza una ve desollada y se tiraba al recipiente de los desperdicios, lo mismo se hacía con otras partes del animal, pero la llegada a Guía de muchos peninsulares destinados al batallón y otros cargos oficiales, nos hicieron ver que todo era aprovechable y así la gente de mi pueblo comenzó a degustar, los callos, las criadillas, los sesos, los riñones, las asaduras y todo se aprovechaba. Recordar a un veterinario cordobés que hubo en Guía allá por los años sesenta Rafael Rivas Toledo, el cual nos animaba a que probáramos cada día algo nuevo de los animales que se mataban y que el supervisaba e inspeccionaba fuera de la especie que fuese.

Los marchantes fueron unos profesionales de primer orden, ganaron dinero sin lugar a dudas, pero se desgastaron físicamente dada las enormes caminatas que se daban, en pos de conseguir animales a mejor precio, igual estaban en Montaña Alta y alguien les decía que en Juncalillo se estaba vendiendo un animal cuyo valor era más bajo y sin pensárselo mucho se lanzaban camino adelante con el fin de obtenerlo. Eran asiduos visitantes de cuantas ferias de ganado se celebraban en la isla, con el fin de sopesar precios y adquirir alguna pieza que se les pusiera a tiro. Hoy ya no tienen razón de ser la mercantilización y comercialización de los productos cárnicos en las grandes superficies nos han privado de tan elocuente y distinguida profesión, eran unos verdaderos practicantes del regateo, que buscaban con esta manera de comportarse los mejores precios a la hora de adquirir un animal.

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Juan Dávila-García

jocdavila@yahoo.es

Septiembre 2006.

info@guiadegrancanaria.org

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