Guía de Gran Canaria

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PERSONAJES POPULARES DE GUÍA (3)

Por Juan Dávila-García

Hoy me toca hablar de un guíense muy amante de su pueblo, al cual le revestían una

serie de virtudes de estimadas connotaciones, aunque era algo dado a practicar el arte

Baco. Su profesión de toda la vida fue la de marchante o tratante de ganado. Se

recorría las medianías y cumbres de la comarca para comprar reses, que

posteriormente eran sacrificadas en el matadero municipal, poniéndose a la venta

después en la carnicería que estaba situada detrás de la casa de Miguel García, donde

últimamente ha vivido la familia Trujillo. Este estimado y querido personaje era

Antonio Jiménez, conocido por Antonio "Huertas", pseudónimo que le viene de la

relación con la tal denominada finca propiedad del Condado de la Vega Grande, y

que regentaba en calidad de arrendataria su hermana Marcelinita, suegra de

Francisco Miranda Santiago, conocido por Pancho "Serio".

Antonio Huertas, era el sempiterno juerguistas de copas y guitarras, era muy

extrovertido y simpático hasta la saciedad, especialmente cuanto tenia más de

una copa. Su bebida predilecta era el ron, siendo muy normal verlo subir por

la calle Medico Estévez, perfectamente empaquetado con un enorme pañuelo

rojo en el bolsillo superior de su chaqueta, o una hermosa rosa en su ojal. El

retorno hacia su casa del siete, -junto a la óptica-, con una "cargasera" de no

te menees, eso ya era –harina de otro costal-, totalmente desaliñado, con la camisa

por fuera, la chaqueta mal abrochada los pantalones medio caídos, y del pañuelo

o de la flor nada de nada. Los que formábamos mi pandilla le dábamos la lata

y le hicimos más de alguna perrería.

Las juergas de tan elocuente guíense eran de cuatro o cinco días, localizarlo

era casi imposible, igual estaba en Becerril, la Atalaya o en el Barranquillo.

Su yerno Pepe Aguiar, se les veía y deseaba para encontrarlo y llevarlo a

su casa donde le esperaba su hija y su cuñada María Pepa, se había quedado

viudo relativamente joven. Más tarde se caso con la citada cuñada.

Su gracejo surgía de manera espontánea y la gente que estaba a su alrededor

sentados en un banco de la plaza o en unos de los bares que frecuentaba,

tales como el de Pepe Trujillo, el Farol –que era de Alvarito Vega- o la Golosina,

rompían a reír dada sus elocuentes y graciosas manifestaciones.

En la bifurcación de las calles Medico Estévez y la de la Cárcel, estaba ubicada

la fonda de Forteza, la misma estaba dirigida por Basilisita, -viuda del citado señor

Forteza-, padres de Pepe Forteza, insigne miembro de la comunidad guíense dado

el gran afecto y cariño que siempre mostró hacía Guía, donde desarrollo una gran

labor social, cultural y deportiva, como Vicepresidente del gran Tirma C.F. y de la

Rondalla Tirma-Guíense respectivamente. Toda su vida fue un alto funcionario del

Registro de la Propiedad.

Cuando Antonio Huertas, bajaba por mi calle –la de Medico Estévez-, bajo los

efectos de una monumental "templaera", sobre las diez u once de la noche, al pasar

por delante de mi casa, mi madre que como ya manifesté en mi articulo número 2

de Personajes Populares, disfrutaba haciendo perrerías, -sanas por supuesto-, le

siseaba –chss…..-, y el bueno de Antonio Huertas casi sin poder mantener

el equilibrio, se paraba frente a la fonda citada, y comenzaba a desgranar una

serie de epítetos mal sonantes, -por supuestos-, dirigidos al difunto Forteza, la

chispa no le permitía discernir, sobre el conocimiento que tenia sobrio de la

muerte del citado señor, tales como:

"Forteza, h…. de p……, c…….., baja si eres hombre, para que te las veas

con el macho de Antonio Huertas"

Mi madre volvía a sisearle y esto lo ponía más indignado, y aporreando la

puerta de la fonda, seguía diatribando de manera soez, y cada vez más fuera

de si. Supongo que algún vecino llamaba a la Guardia Municipal, y

apareciendo por allí una pareja de la misma del servicio de noche que hacían

los agentes Juan Marques e Hilario Rivero, se lo llevaban a duras a penas

hasta su casa, para que durmiera la mona.

Por la mañana no se acordaba en absoluto de sus andanzas de la noche

anterior. Resaltar que Antonio Huertas, era un hombre serio, trabajador y

competente profesional de la marchantería. Jamás observe en el ninguna

palabra mal sonante, era muy respetuoso mientras estaba sobrio, pero todos

sabemos los efectos que producen la bebida, y cuando se emborrachaba se

disparaba, sin que hubiera forma de pararlo.

En un otoño de la década de los 50, del pasado siglo XX, tuvimos una invasión

de cigarras, y mientras la gente acudía a los campos ayudar para espantar a

tales bichos, el borracho como una cuba y con una guitarrilla que tenia

sentado en Plaza Grande cantaba y alegraba su espíritu, totalmente ajeno a cuanto

estaba sucediendo. Fue un extraordinario personaje del cual guardo muchos y

gratos recuerdos. Antonio Huertas fue todo un icono entre la gente popular de

Guía.

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Juan Dávila-García

jocdavila@yahoo.es

Julio 2006.

info@guiadegrancanaria.org

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