Desde que yo tenía 7 u 8 años, en la década de los cuarenta, recuerdo a
Lolita Jiménez coma la única promotora de las fiestas de San Sebastián. Ya
por aquel entonces era una señora mayor pero como tal mayordoma aguanto
hasta por lo menos bien entrada la segunda década de los 50. Recordar que
para llevar adelante la citada festividad, solía pedir casa por casa,
-personalmente- dinero a los vecinos de Guía y con una rifa, para lo cual
vendía gran cantidad de números, -que según la gente del pueblo lo hacía
en exceso-, ya que siempre el dinero reunido por tal concepto se excedía
del valor de los objetos rifados. Este comentario que hago solicito no sea
tomado como algo mío, pues no deseo se me achaque la titularidad del
mismo, ya que era el comentario que circulaba en todos los círculos
sociales de Guía, ante tan irreverente comportamiento. Algo debía de haber
de verdad con respecto a los mismos pues como ya digo siempre que acercaba
tal festividad la comidilla empezaba a ser el pan de cada día. Estimo
dejar constancia que esto que digo no constituya una ofensa para tan
delicada señora.
Vivía en el callejón de León y le conocí tres hijos, Pedro, Martín y
Chan Chan, la denominación de este último debía ser un pseudónimo ya que
su verdadero nombre era Chano o Sebastián. Eran conocidos por los
"caganidos". Martín que siempre fue conductor de las guaguas de Las
Palmas, haciendo el recorrido desde el puerto hasta el teatro Pérez Galdos
o hasta Vegueta, al pasar por delante del Bar Domínguez, donde siempre
había gente de Guía, le gritaban, "Martín caganido, y el muy ufano y sin
ofenderse remataba la frase, diciendo Chipirin culido", era un hombre muy
simpático y extrovertido.
Volviendo a Lolita Jiménez, las fiestas que llevaba cabo en honor de
San Sebastián solían tener un contenido de gran relevancia, en las mismas
se podían contemplar exuberantes exhibiciones de fuegos artificiales,
conciertos, función religiosa, procesión de ida y vuelta, -ya que muy
temprano traían el santo a la iglesia matriz y sobre el mediodía lo
devolvían a su ermita acompañado por las autoridades y la banda municipal
de música-.
La señora Jiménez, tenía por sistema llevar a los colegios la mayor
parte de los talonarios de la rifa, y así éramos los estudiantes, los que
vendíamos los boletos, haciéndole muy fácil su trabajo recaudatorio. Al
parecer tenía un acuerdo especialmente con el colegio Santa María y dentro
del mismo con la profesora Pilar Corti, la cual de manera coercitiva nos
obligaba a vender los talonarios que Lolita Jiménez les llevaba. Recordar
que me entrego unos tres o cuatro para su venta, pero cuando llegue a mi
casa mi padre me indico, -que se los devolviera, y que por orden suya me
negara a llevar adelante venta alguna-, y así lo hice, la señora Corti
ante tal contingencia monto en cólera y arremetió contra todos los que nos
habíamos negado, -por orden imperativa de nuestros padres-, hacer
semejante cosa.
Lolita Jiménez fue una distinguida señora, muy religiosa y como se
podrá comprobar muy devota de tal santo milagroso, pero la perdía su afán
desmesurado por el dinero. Se decía que la celebración de las fiestas de
San Sebastián le dejaba pingües beneficios económicos y posiblemente así
fuera. Los eventos lúdicos más importantes relacionados con tal
festividad, como eran los conciertos y los festivales folclóricos se
celebraban delante del almacén del Sindicato del Norte, allí se instalaba
un escenario y en el mismo tenían lugar tales actos. La rifa cuyos objetos
a se iban a otorgar se exhibían en el frontis de la ermita. Ni que decir
tiene que la misma lucía esplendorosamente todos los años para la
celebración de la efeméride citada que tenía lugar el 20 de enero. Ese
mismo día por la tarde después de sorteada la rifa se iniciaba un
novenario en honor del santo, que durante los días que se llevaban a cabo
recibía una gran afluencia de devotos y peregrinos.
Lolita Jiménez con sus defectos y virtudes, llevo siempre adelante con
buen tino la celebración festera de San Sebastián. En los alrededores de
la ermita se instalaban casetas, chiringuitos, -como se les llaman hoy-,
puestos ambulantes de ventas de turrones y otros signos, que determinaban
la simbología de tan celebrado día. Han pasado muchos años desde aquellos
tiempos y desconozco si en la actualidad se sigue celebrando con aquel
rigor y sana alegría el tan emblemático acto festero en honor a tan
estimado santos. Nosotros que éramos unos niños tomábamos la pequeña plaza
que circunda a la ermita para llevar adelante nuestros juegos y perrerías.
Lolita Jiménez fue un personaje singular como otros muchos que
habitaron la noble tierra guíense. Tuvo sus detractores, pero sin embargo
hay que reconocerle el merito, -sin entrar en detalles-, de que anualmente
nos brindara con unas fiestas, que tuvieron gran arraigo en Guía.
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